domingo, 31 de julio de 2011

LA FRECUENCIA DE TODOS SE ESTA ELEVANDO, SAUL

Como saben, la frecuencia del planeta y la sintonía de energía de la humanidad se están levantando en preparación al acercamiento a la Nueva Era.

Mientras más alta sea la sintonía de energía de una entidad, más evolucionada espiritualmente puede volverse. Una baja frecuencia tiende a ser densa, casi como el plomo, y es muy difícil para el Conocimiento o el Amor fluir a través de ésta.

Consecuentemente, es muy difícil para los seres cuya frecuencia es baja, comunicarse, y se pierden dentro de ellos mismos, más como el proverbio de la avestruz cuya cabeza está dentro de la arena.

Sin embargo, cada ser sensitivo tiene dentro de sí mismo un imperativo divino para evolucionar y lo hará. Pero cuando lo hace, es a través de su libre albedrío… aunque, desde luego, tiene todo lo necesario para ver, comprender y tomar esa decisión.

Es una elección, no puede fallar para tomarla porque es la Voluntad de Dios que así sea, y debido a que en el nivel más profundo él es uno con Dios, por lo tanto, la Voluntad de Dios es su voluntad también.

Para la evolución del progreso espiritual de una entidad, la comunicación con el espíritu es esencial, y eso consiste básicamente en el Amor y el Conocimiento. La comunicación que no es de amor , no es verdadera comunicación, lo cual es la razón por la que las interacciones de no amor causan confusión y conducen al conflicto, como lo ha demostrado su historia humana por eones.

Ahora, sin embargo, elegir evolucionar espiritualmente se ha hecho por un enorme número de humanos y sus comunicaciones de amor e interacciones afectan a toda la humanidad. La frecuencia de todos se está elevando aunque algunos rehúsen a reconocer esto, manteniendo sus cabezas enterradas en la arena.

Pero aún ellos, no pueden permanecer completamente desconectados de la onda de comunicaciones que fluye constantemente a través del planeta. Esas señales de comunicación los rodea y envuelve de forma parecida a la música celestial divina que es bastante irresistible y los baña en la energía divina de Paz y Amor.

Este campo de energía divina que envuelve a toda la creación, y a cada uno de ustedes tiene una conexión irrompible y eterna, los está llamando constantemente—por medio de este sublime sonido—para despertar.

Cuando se tomen el tiempo de aquietar su mente, meditar, u observar pacífica y tranquilamente cualquiera de las bellezas que provee la naturaleza, estarán haciendo espacio disponible en el cual se vuelven conscientes de esta música que los llama a su Hogar.

Siempre está con ustedes, esperando que la escuchen, a que la oigan y a que respondan a ella en tanto se dan cuenta de que les está diciendo qué tan queridamente son amados ustedes, y cómo eso nunca puede cambiar.

Ustedes están siendo efectivamente llamados para despertar y disfrutar de la alegría suprema del conocimiento y de experimentar su eterna unidad con Dios. Este llamado es irresistible, y sin embargo pueden pretender que no lo oyen, rehusar a oírla o negar su existencia—pero solo por un tiempo limitado.

Eventualmente ustedes capitularán y reconocerán el llamado, y entonces su alegría los abrumará mientras disfrutarán del calor dentro del abrazo de amor de su Padre. Pueden retrasar este glorioso despertar a la Realidad, mientras sigan escondiéndose ustedes mismos en la ilusión, experimentando el interminable sufrimiento para sobrevivir acompañados por la ansiedad, el dolor, y el sufrimiento, esto no tiene sentido en absoluto.

Así que escuchen las hermosas armonías del campo divino de energía de Dios; permítanles que lleguen al centro de su ser para cantar a la Flama divina dentro de ustedes la cual abrillantarán, encendiendo su consciencia del hecho de que ustedes son divinamente amados, que son parte esenciales e irremplazables de su Padre celestial, y de que ustedes están siendo llamados al Hogar para participar plenamente, como lo pueden hacer solamente, en la magnífica fiesta para celebrar, el tan buscado por tanto tiempo despertar de la humanidad. Con mucho, pero mucho amor, Saúl.

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